Belleza
El siguiente relato lo lei en un libro de anécdotas de chicos y chicas judios, quiero compartirlo con ustedes recordando que Dios nos pide que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Mi
nombre es Leá.
No
me gusta mirarme al espejo, porque la cara que veo reflejada no es muy linda de
ver. Soy fea.
No siempre fui así. Tengo una foto mía de
cuando tenía 5 años. Yo era una niña muy
linda con bellos ojo.
Pero n o mucho después de que esa foto fuera
tomada —según me cuenta mi madre—estalló un incendio en nuestra casa cuando yo
estaba durmiendo en mi cuarto. Todo en la casa se quedo destruido, y, por
milagro, los bomberos consiguieron sacarme. Pero hasta entonces, mis ropas se habían
prendido fuego, y mi cara resulto quemada horriblemente.
Permanecí cerca de un año en el hospital. Los
doctores trabajaron duramente para mantenerme viva. Y tuvieron éxito. Salvaron mi
vida.
Pero hay una cosa que no pudieron hacer. No lograron
que me viera normal nuevamente. Mi cara se ve impresionante, atemorizante, como
una quemadura gigante.
Lo único que queda de mi hermosa cara son dos
ojos. Mi madre dice que son hermosos.
Ahora tengo vergüenza de caminar por la
calle. Siempre pienso que todos me están viendo. La gente que sabe lo que me
pasó cuchichea entre ellos cuando paso. También hay algunos que se ríen, y eso
duele mucho.
¿No
es suficiente que mi exterior esté dañado? ¿También tengo que estar herida
interiormente, en mi corazón y en mi alma?
Pienso mucho acerca de la belleza en estos
días. No es más que un envoltorio exterior—no muestra nada de lo que hay en el interior
de la persona.
Me di cuenta que los niños actúan mejor con
aquellos niños de buen aspecto. Aunque esos niños no tengan buenos corazones y
aunque hagan cosas que hieren a otros. Pero a un niño como yo, Pero a una chica
como yo que no mata ni una mosca no le prestan atención. No me piden que me una
a sus pláticas, y lo peor de todo, actúan desconsideradamente las chicas de mi
edad y se alejan.
¿Por qué me tratan así? ¿Yo no he lastimado a
nadie?
Si
yo me viera como cualquier otro, le agradecería a Dios todos los días por
haberme hecho tan afortunada, y sería buena con los chicos que tienen mal
aspecto.
Pero todos aquellos chicos y chicas que
siempre estuvieron bien —nunca tuvieron este sentimiento, y no saben que
significa. Ellos actúan como si yo fuera fea interiormente. Estoy escribiéndoles
a todos aquellos que están afuera: ¡Por favor, traten de conocerme! ¡Por favor,
ignoren mi terrible problema! Yo puedo jugar y reír exactamente como ustedes, y
una criatura como yo también merece amigos.
Tomado del
libro. Que los chicos hablen de ellos mismos, de Jaim Walker, Editorial BNEI
SHOLEM
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